Jacqueline P. Hernández Traipe
Llegué el día lunes 8 al hospital, con un poco de temor, pues me habían comunicado que, por una diabetes gestacional no tratada, mi bebé era más grande, pudiendo nacer sólo por cesárea. Obviamente eso me desanimó, porque como madre tenía el sentimiento que me correspondía, darle un parto natural a mi bebé, que sí podía tenerlo, y que sí todo saldría bien.
Para mí, ser madre, además del amor con que esperas a tu hijo, es el amor con que recibes cada contracción, es amar todo el proceso, es saber que eres tú, que con cariño y esfuerzo estás trayendo un hijo al mundo.
Al día siguiente el médico de turno, luego de analizar mi situación junto con su equipo, deciden y confían al igual que yo, en lo que algunos veían imposible podía resultar en un parto exitoso. Aquí, mi alegría ya era inmensa y sólo esperaba con ansias el gran momento.
En la noche del martes 9 de octubre, comenzó mi trabajo de parto, avanzó todo muy rápido. Ingresó mi pareja, mi gran contención, aproximadamente 15 minutos después llega mi bebé gracias al profesionalismo y cariño con que me trató el equipo constituido por el matrón Felipe, la matrona Soledad y la interna Sofía. Resultó todo relativamente fácil y muy satisfactorio a pesar de no haber utilizado anestesia.
Su guía y apoyo junto con mi fe en que todo resultaría, me dieron la fuerza para ser valiente en este lindo proceso.
Gracias eternamente.