El miedo está en un rincón de nuestras vivencias donde las palabras no alcanzan a llegar. Pero poner el miedo en la conversación ayuda a vivir o convivir con nuestros miedos.
El miedo tiene una función, nos ayuda a conservar la vida, alejándonos de los peligros.
En el transcurso del embarazo despiertan muchos fantasmas escondidos, despiertan muchos miedos.
Estos miedos se relacionan en gran parte con la cultura, porque embarazo ya significa enfermedad, dificultad o problema.
Para la cultura imperante, el embarazo es un problema en casi todas las áreas, desde el laboral hasta el familiar; el dolor y el miedo empapelan las murallas de los comentarios y la comunicación. En nuestro afán médico de curar y sanar hemos «medicalizado» el proceso de gestación, considerándolas a todas enfermas y de riesgo, alimentando la magia oscura más antigua, el miedo.
En nuestra mirada masculina de la realidad, la mujer no puede, no es capaz, hay que sacarle el bebé; aún más, en la mirada economicista hay que sacarle el producto. Es que la ciencia, mira con la cultura.